¿Buenos días o no me acuerdo?

Jorge Sarsaneda del Cid

Panamá, 080923

Academia Panameña de la Lengua

En muchas escuelas, sobre todo en Chiriquí, se enseñaba (no sé si todavía se enseña) la poesía “Ñatore may”, de Doña María Olimpia de Obaldía. Aunque parece que es un esfuerzo -así dicen los libros- por defender a la “india macilenta” a la que pregunta “¿Comuniyó?”, me parece que es un buen ejemplo -con todo respeto- de lo que no se debería hacer por las consecuencias que trae consigo.

Ñantöre mae, en idioma ngäbere significa “no recuerdo para ti” y “comuniyó” es una forma mal escrita (¿mal oida?) de la pregunta ¿ma köböni ño? (= ¿soñaste cómo?). De esta manera, ninguna de las dos frases tiene sentido. Cuando uno quiere saludar en ngäbere, normalmente se dice köbö kwin degä (= día bueno en la mañana) o bien kwin Ngöbögräge degä (= alabanza para Dios en la mañana). Si es en la mañana, y hay confianza, se puede saludar con una pregunta: ¿Mä köböni ño? (= ¿tú soñaste cómo?). A veces se contesta: ti köböni kwin (= soñé bien) o bien: ñan töre (= no recuerdo). Entonces, “la india macilenta” del poema, ¿no recuerda nada de nada? La confusión que trae dicho poema es producto de no saber aprender bien un idioma. 

Pero veamos cosas menos complejas del mismo idioma. Una de abogados: cuando uno quiere que alguien lo defienda o que sea su abogado, le dice: ja kwetde tigräge (= muerde para mí), de ahí que abogado se puede decir ni kwetdaga ti dogwäre (= el que muerde por mi cabeza), y tiene sentido.

Hay muchas formas de decirle a una persona que la queremos. Una puede ser ti brugwä mägrä (= mi corazón para ti), pero ¡ojo! en este caso depende del tono que usemos; si lo digo con fuerza o mostrando enojo, la “tortilla” se voltea y resulta “te odio”. Con el corazón se ama y se odia…

Antes, cuando los relojes eran escasos o no existían en la comarca, si alguien preguntaba la hora, decía: ¿Ñänä ogwä krobe? (= sol ojos cuánto, o sea, cuántos ojos de sol hay), es decir, ¿cuánto ha avanzado el sol? Y puedo dar fe de que la mayoría de los ancianos saben con bastante exactitud sobre ese “avance” del sol.

Para entendernos, tenemos muchas frases, pero es interesante cómo se dice “no entiendo” en ngäbere:Mä kugwe ñaka nüge gare tie (= tu palabra no llega a mi saber). No me llega tu palabra sería como un preámbulo porque puede que tu palabra no llegue a mí porque no la escuché bien o porque no la pronunciaste claramente o porque soy medio sordo o porque me hablaste en otro idioma o porque simplemente no entendí. Tu palabra tiene que llegar a mí para entendernos. ¡Cuántas cosas resolveríamos si esperáramos a que nos llegue bien la palabra!

Hace años estuve varios días en una comunidad de la comarca y me alojé en casa de una persona muy amable y muy inteligente (hoy ya es abuelo). Conversamos mucho, me enseñó mucho de su idioma y su cultura y, cuando me iba, me dijo: “Ma tigwe, ti magwe”. Yo traduje literalmente: “tú mío, yo tuyo”, y le pregunté qué quería decir. Me contestó: “Eres como mi hermano”. La relación de hermandad va más allá de lo legal, de lo formal, incluso de lo étnico, es profunda, tiene que ver con la vida plena, no se da si no es solidaria. ¿Y si aplicáramos esto a nuestro país?

Sabor del idioma

Jorge Sarsaneda del Cid

Panamá, 28 agosto 2023

[Publicado en la columna de la Academia Panameña de la Lengua / La Prensa-310823]

En 1972 empecé a escuchar cómo hablaban los “guaimí” (así les decían). En 1973 decidí que mi vida debía estar enlazada, de alguna manera, con ellos. Poco a poco me fui dando cuenta que no eran guaimí sino ngäbe (así se llamaban a sí mismos); que no hablaban un dialecto, sino un idioma (con gramática y todos los enredos que esta trae); que no eran peleoneros, borrachos e incultos (como los pintaban) sino personas con alto sentido de la familia, trabajadores, gente sufrida, gente marginada, gente inteligente.

En 1975 participé en una investigación sobre las tierras ngäbe en Chiriquí y caí en cuenta del inveterado racismo de muchos panameños. En 1977 comenzamos nuestro caminar de muchos años por la que luego se llamó Comarca Ngäbe-Bugle. Por trabajo, por respeto, por cariño, fui descubriendo la riqueza de un lenguaje que, todavía hoy, no termino de aprender, conocer, descubrir y me sigue enriqueciendo. 

He tenido y tengo muy buenos amigos-hermanos ngäbe que me han ayudado a aprender lo que sé del ngäbere (idioma ngäbengäbe-re=como ngäbe) y siempre estoy descubriendo cuestiones llenas de sentido, de gran valor, que nos pueden enseñar mucho. En español, al que mantiene una relación marital se le dice esposo/a, que se puede interpretar como “el que está amarrado” (esposado). En ngäbere, hay varias formas de expresar esa realidad. Por ejemplo, nomugo merire o nomugo brare (compañera mujer o compañero hombre), es más positivo que ‘amarrado’. También hay otra forma -menos elegante, pero más expresiva-: kwärä (= mitad); o sea, ¡el hombre es la mitad de la mujer y ésta es la mitad del hombre! Más intimidad, imposible.

La palabra amor -tan importante y a la vez tan devaluada en español- se traduce en ngäbere como tare. Pero resulta que para decir dolor también se traduce como tare (dogwä tare tie = me duele la cabeza; mä tare tigwe = te amo). Y tienen razón: el amor puede doler… y el dolor puede ser por amor.

Mucho tiempo pasé preguntando cómo se decía “gracias” en ngäbere y no encontraba forma alguna, más que “gracias”. Una vez, le di una naranja a una abuelita y me dijo: “Ne utduäre, Ngöbögwe mä taredi” (= Como pago, Dios te amará); miré a mi acompañante con ojos interrogativos y me dijo: ¡Te dio las gracias! ¡Ahí estaba! Gracias no es una palabra sino ¡una bendición! Y hay más: Dios te dará fuerza, tu cabeza se pondrá blanca (llegarás a viejo). ¡Ojalá pudiera seguir teniendo fuerza para profundizar en las riquezas de un idioma tan rico como el ngäbere!

*El autor es escritor, investigador y traductor.

Clamores y esperanza

Osvaldo Jordán Ramos / Doctor en Ciencias Políticas

Al conmemorarse el Día Mundial de los Pueblos Indígenas este 9 de agosto de 2022, los acontecimientos a nivel local, nacional y mundial nos invitan a pensar en la persistencia de sus voces, en la profundidad de sus raíces y en su incesante insistencia en ser escuchados, reconocidos y aceptados por sociedades que se empecinan en seguir siendo ciegas, sordas y mudas ante el dolor del prójimo.

Nos despiertan sentimientos encontrados las recientes protestas en Panamá en las que los rostros indígenas se unían a los reclamos de miles de panameños y panameñas que sentían sus vidas maltratadas por los impactos sociales y económicos de la pandemia, al mismo tiempo que el Papa Francisco con mucho esfuerzo emprendía un largo viaje penitencial a Canadá para pedir perdón a los pueblos aborígenes por tantos abusos cometidos por cristianos católicos en las escuelas residenciales. Lo hermoso de este encuentro ha sido la auténtica posibilidad de reconciliación, y las expresiones de hermandad que llegaron a superar las barreras históricas, geográficas y culturales.

Y es que al hablar de la relación entre los pueblos indígenas y el resto de la sociedad, quizás su mayor reclamo pueda ser la falta de escucha a lo que han estado tratando de decir después de tantos siglos; que no son indigentes ansiados de ayuda material ni mercaderes de los recursos naturales, sino personas humanas con conocimientos profundos heredados de sus antepasados y que están dispuestos a compartir con la humanidad en un marco de respeto, aceptación y dignidad. ¿Qué tan pesada será la carga colonialista de nuestro pasado que aún nos resulta tan difícil escuchar estos otros idiomas, pensamientos y expresiones que enriquecen la convivencia humana y ofrecen nuevas posibilidades para el futuro?

Los esfuerzos de diversos foros, convenios y tratados a nivel internacional como la Convención para la Protección de los Humedales de Importancia Internacional (Convención Ramsar) también ofrecen destellos de esperanza hacia un futuro en el que los aportes de los pueblos originarios puedan ser adecuadamente valorados, apropiados e incluidos en los nuevos planes de desarrollo que se necesitan para enfrentar los desafíos del presente y del futuro. En la Resolución XIII.15 de la última Conferencia de las Partes realizada en 2018 en los Emiratos Árabes Unidos, se “INVITA a las organizaciones y redes interesadas a que protejan, apoyen y promuevan la utilización de los valores culturales, los conocimientos tradicionales, las innovaciones y las prácticas de los pueblos indígenas y las comunidades locales en la adaptación a los impactos negativos cada vez más acusados del cambio climático, tomando en consideración a los grupos, las comunidades y los ecosistemas vulnerables”.

A medida que el Siglo XXI avanza hacia su madurez, revelando un panorama incierto para las presentes y futuras generaciones, hoy tenemos la oportunidad de hacer finalmente silencio para escuchar más allá de los ruidos sensacionalistas del entretenimiento, las tragedias y el pesimismo. Si las voces de los ancianos y las ancianas de estas tierras benditas han llegado hasta nuestros días; tal vez sea el momento de entender que tienen mucho que decirnos y que el futuro puede ser mucho mejor cuando abrimos nuestros oídos para escuchar y no permanecemos anclados a los errores del pasado.

Kä nigwebotdä (Indio, paloma y gato…)

Jorge Sarsaneda del Cid
Panamá, 15-08-22
 
Cuando, en 1972, llegué por primera vez a la hoy llamada Comarca Ngäbe-Bugle, me di cuenta de algo que nunca percibí ni en mi casa ni en el colegio: el racismo reconcentrado que hay en nuestro país. Con el pasar de los años fui profundizando en el conocimiento de esa terrible lacra y me confirmé en que sería muy difícil erradicarla de la mente y el corazón de muchos panameños. Frases como la sugerida en el título, dan vergüenza, pero no creo que el pueblo-pueblo sienta de esa manera. Sin embargo, se dicen, se difunden, se dan por conocidas como, por ejemplo, que las comarcas “no sirven para nada”, que “producen muy poco”, que es “demasiada tierra”, que por eso “son pobres los indios”.
Escribo sobre lo que conozco:

  1. Las tierras de la Comarca Ngäbe-Bugle (CNgB) son, en su mayoría, tierras mineralizadas, que sólo sirven para sembrar árboles y, con mucho esfuerzo. Son los lugares que los colonizadores les dejaron desde el siglo XVI porque los ngäbe y sus antepasados vivían en gran parte del país. ¿Que Israel está haciendo producir el desierto? ¿A qué costo?
  2. Las comarcas no se crearon sólo para “preservar las culturas”. La CNgB se creó para detener el secular robo de tierras, por parte de los ganaderos, en la zona del Pacífico, y de las bananeras, en la zona Caribe. Si no, veamos la situación actual de los bugle de Santa Fe (que quedaron fuera de la comarca): siguen siendo robados, engañados, despojados y discriminados y cada vez más.
  3. Las comarcas no son de ahora. Desde antes del principio de la república hay comarcas: en 1870, la de Kunanega; en 1914, en Toabré; en 1915, la de San Blas; en 1934, la de Kusapin y la de Alto Bayano; en 1938, la del Barú; en 1951, Los Valles (Veraguas); en 1952, la del Tabasará; etc. Todas para protegerse de la discriminación y el despojo. Conozco cartas del siglo XIX en donde se denuncia esto ante el obispo de Panamá o ante el presidente de Colombia.
  4. La CNgB ha servido para dar sentido de identidad a los ngäbe y a los bugle; para detener los robos de tierras; para lograr cierta autonomía; para exigir los beneficios que cualquier panameño merece; para ir recuperando poco a poco esa maravilla que es la medicina tradicional; para consumir y producir con tranquilidad los alimentos milenarios que han dado vida a estos pueblos; para cuidar, mantener, reproducir y mejorar los bosques que todavía quedan. Eso, y mucho más, ha propiciado la existencia de las comarcas.
  5. ¿Para qué sirven las comarcas? Han servido para hacer visibles a esos habitantes del país que, desde hace siglos, se les quiere hacer invisibles, ocultando sus idiomas, negándolos incluso, burlándose de sus costumbres y ritos, obligándolos a dejar sus vestidos propios, tratando de brujos a sus médicos tradicionales. Poco a poco, estas barbaridades han ido disminuyendo, en parte, gracias a la existencia de las comarcas.
  6. Hay una estúpida frase que se repite mucho: “los indios reciben muchos subsidios y por eso no quieren trabajar”. En primer lugar, muchos que la dicen, también reciben subsidios y, además, tienen dinero para seguir adelante. Pero, ¿qué me dicen de los veinte mil ngäbe que van cada año a Costa Rica para el trabajo temporal? ¿No quieren trabajar? ¿O es que allá los tratan mejor y les pagan más? ¿Acaso 120 balboas al mes son suficientes para alimentar a una familia?
  7. Se dice que el 96% de los que viven en la CNgB sufre pobreza. Algunos concluyen que eso indica que las comarcas no sirven. ¿Cómo se ha llegado a esa barbaridad del 96% en un país con tanto dinero? Echar la culpa a las comarcas denota una ignorancia supina. La historia de explotación, discriminación, racismo y desprecio hacia los ngäbe y los bugle, sí puede explicar ese vergonzoso 96%.
     
    ¿Por qué en vez de criticar “las comarcas” no nos proponemos hacer de este país, con los hechos, una nación multicultural, plurilingüe, en la cual aprendamos a ser tolerantes, a no imponer nuestro modo de ver y ser? Entonces sí encontraremos mucha riqueza en todos los pueblos que habitamos este país.
     
     
     
     

A las Naciones Indígenas aunque no fuese agosto

Por Lilian Guevara

Antes de la llegada de los invasores, los indígenas no eran indígenas, eran lo que eran.

Uso el término Pueblos Indígenas porque lo que reivindico no es el origen étnico ni territorial, ni el haber llegado primero al continente, sino los más de 500 años de lucha y resistencia como clase pueblo frente al opresor hegemónico. Por eso el día de los pueblos indígenas de Abya Yala no lo traza el calendario de las Naciones Unidas; lo marca el día uno de la invasión, el exterminio y el expolio: 12 de octubre de 1492.

«…lo que reivindico no es el origen étnico ni territorial, ni el haber llegado primero al continente, sino los más de 500 años de lucha y resistencia como clase pueblo frente al opresor hegemónico.»

Hoy, con las celebraciones del día y los brindis de la maquinaria de las instituciones de gobernanza global; hoy, con las medidas asistencialistas de las instituciones públicas que se aplauden a sí mismas; hoy, con todos los objetivos del milenio y las agendas exógenas, no existe para los pueblos indígenas verdad, justicia, restauración y reparación concretas. Aun más, el despojo persiste hasta hoy.

«…500 años de opresión han sido 500 años de músculo, de experiencia y de pertenencia en un todo. Por eso, tal vez podrían lograrlo antes que el resto y sin un solo dólar de cuota sindical.»

Solo el proyecto político indígena estratégico, emanado de sí mismo, empinado sobre sus contradicciones, podrá romper con esta segregación de facto y operar las transformaciones sociales, económicas y políticas profundas y radicales.

Si la causa nacional es todo menos indígena, tal vez la causa indígena nos llegue a dar la lección de hacer causa nacional. Pero ese cambio profundo requiere proyecto político propio, construcción de mayorías y determinación.

Enorme lucha hay por delante, pero 500 años de opresión han sido 500 años de músculo, de experiencia y de pertenencia en un todo. Por eso, tal vez podrían lograrlo antes que el resto y sin un solo dólar de cuota sindical.

A todas las naciones indígenas y en especial a las que amo, no les felicito ni les hago brindis. Solo les deseo sabiduría y fuerza en la gran jornada. Hermanos.